Los niños, poco a poco, conforme van creciendo, van ganando autonomía, van firmando y construyendo su personalidad y a veces es difícil para los adultos, para los padres, saber cómo actuar o reaccionar. Por desgracia, no existe una regla absoluta en materia de educación: es una cuestión de equilibrio y de comunicación. El niño necesita ser guiado por los padres, ya que él ignora lo que es mejor para él. Y es aquí donde adquiere un papel muy importante la autoridad. Los niños deben asimilar las restricciones fundamentales relacionadas con la socialización. La frustración es una experiencia indispensable para el desarrollo infantil: el niño debe aprender a renunciar a la satisfacción inmediata de sus deseos. Por supuesto, la autoridad no debe estar reñida con el amor. Debemos ser firmes pero sin dejar de amar al niño. De hecho, es por el amor que se tiene por el hijo que debemos fijarle los límites, por su seguridad y por su desarrollo futuro. Una duda que surge habitualmente en los pa